DE CHAPERO DE ALDEA A GIGOLÓ DE CAPITAL

El día que llegué a Londres iba con ganas de comerme el mundo, y me lo iba a comer, me iba a comer un mundo de coños insatisfechos de mujer, aunque antes trabajé en un hospital fregando platos, barriendo y fregando suelos y limpiando baños y aseos por 50 libras semanales. En fin, que fui a Inglaterra a perfeccionar el inglés y volvería a ser chapero, esta vez un chapero de lujo.
Aconsejado y recomendado por un viejo español que fuera chapero y que había conocido en un pub. fui a una agencia sita en una céntrica calle de Picadilly Circus. Allí me esperaba el puto, jefe, no confundir con el puto jefe. Aquel hombre de pelo negro engominado, trajeado, con porte de galán, de nacionalidad italiana, sentado en su trono de papel, que chapurreaba cinco idiomas, ni se molestó en levantarse, me señaló con un dedo un sillón, y después de sentarme, me preguntó:
-¿Has follado mucho?
-Era el chapero de mi aldea.
-Te he preguntado si has follado mucho, no si jugaste mucho a las chapas.
-Un chapero de aldea es un gigoló, a lo pobre.
Luigi, sacó un cigarrillo Royal Crown de la cajetilla que tenía encima de la mesa, lo encendió con su encendedor de oro, le dio una calada, y dijo:
-Una palabra más que aprendo, chapero.
-En España se dice chapero, puto…
-Ya, ya. ¿Has follado con alguna mujer mayor?
-Con muchas.
-Bien, bien, ya que vas a tener que pasar la prueba.
-¿Qué prueba es esa?
-La que pasan todos los nuevos, hacer que se corra la más vieja de nuestras clientas.
-¿Es muy vieja?
-Hace diez años, cuando entré a trabajar en la agencia tenía 82 años.
-¡¿Las mujeres se corren a los 92 años?!
-Se corren hasta el día en que se mueren. ¿Te vuelves atrás?
Si se creía que me podía acojonar iba dado.
-Depende. ¿Cuánto voy a cobras?
-Los novatos cobran 300 libras por trabajo.
-¿Limpias?
.Sí, la agencia se queda con las otras 300 del trabajo y de ellas paga el tax (el tax era el impuesto).
-¿Dónde está la vieja?
-Antes te voy a contar mi experiencia con ella. Puede que te vuelvas atrás.
-Por 300 libras no me volvería atrás ni aunque fuese la novia del monstruo de Frankenstein. Cuenta cuenta.
Y Luigi, me contó.
-Estaba recién llegado de Italia. El anterior jefe, en mi primer trabajo, me dijo:
-«Tenemos una clienta de 82 años en el hotel Saboy. Esta mujer lleva requiriendo nuestros servicios desde la fundación de la agencia. Debes dejarla inchada de placer».
Me dio el número de la habitación y un maletín con cremas, condones, consoladores… Allí había de todo. Dejé mi bicicleta en el garaje de la agencia…
-¡¿Tenías una bicicleta?!
-Si, y ahora tengo un ferrari. ¿Ya llegaste tú a una bicicleta, gallego?
-No.
-Pues escucha y calla. Dejé en el garaje mi bicicleta y cogí un taxi hasta Westminster. Al llegar a la habitación me abrió una mujer muy fea que tenía más arrugas que una pasa. Estaba en bata de casa. Era seria como un palo. Me dijo que entrase en la habitación. Al estar dentro vi una botella de champán dentro de una cubitera y dos copas encima de un mueble. Encima de la mesita de noche había un vaso con agua y en ella una dentadura postiza. No me inmuté, yo era Luigi, Luigi el amoroso, Me di la vuelta y vi que la señora Carrington se había quitado la bata. Tenía unas tetazas. Una le llegaba a la altura del ombligo y la otras la llevaba colgada a la espada…
-¡No jodas!
-Tal y como te lo cuento. No tenía un kilo de carne, era todo huesos y pieles arrugadas. De la seriedad pasó a la sonrisa, y mejor sería que no lo hiciera, ya que me sonrió con su boca desdentada, luego llenó las dos copas de champán. No le quise la copa. Agarré la botella y hasta que la terminé no paré. Necesitaba estar medio borracho para realizar el trabajo que me había sido encomendado. La putona, para romper el hielo, me preguntó:
-«¿Cuántos años tienes?»
-Veinte.
-«Yo treinta más muchos.»
-No mentía, a los treinta le había que sumar muchos. Fui al grano.
-¿Alguna posición preferida?
-«La del misionero. Me gusta que me coman la boca mientras me llevan al cielo.»
Le dije que se echara sobre la cama. Se echó sobre ella y se abrió de piernas. Abrí el maletín y cogí la herramienta para hacer mi trabajo…. Y ya no te acojono más, el caso fue que no pasé la prueba, no me dejó que la inchara, aunque, eso sí, le caí tan bien a la vieja, que me dieron otra oportunidad con una mujer más joven.
-¿Qué herramienta quisiste usar para incharla que ella no quiso que usaras?
-El bombín de mi bicicleta.
Me dio la risa.
-Estás de cachondeo.
-No, en aquel momento me pareció una buena idea.
Me dije a mi mismo que si aquel idiota llegara a puto, jefe, yo llegaba a ser dueño de la agencia.
-¿Adónde tengo qué ir para hacer feliz a esa vieja?
-Se ve que tienes cuajo.
Me dio la dirección y el maletín. En vez de gigoló me sentí como un ejecutivo, que iba al matadero, pero ejecutivo al fin y al cabo, ya que iba a ejecutar. La mujer estaba otra vez en el hotel Saboy.
Delante de la puerta de la habitación me encontré con dos tipos que parecían dos armarios empotrados. Me cachearon y miraron que llevaba en el maletín, después uno de ellos me abrió la puerta. Me encontré con una muchacha de veinte y pocos años. Supe quien era al momento. Aquella cara salía mucho en las revistas. No voy a decir quien era porque no puedo. Sólo diré que guapa no era, que usaba Chanel nº 5 y que Luigi me había engañado.
La cubitera con el champán estaba sobre un mueble. Sobre la mesita de noche había una lámpara. Le pregunté, por preguntar:
-¿Are you mrs Carrintong?
Mintió.
-Yes. ¿Any problem?
-No, no.
La chica me dio una copa con champán. Después puso en un tocadiscos la canción :»When I need love.» Tomó un sorbito de su copa y me besó con sus jugosos labios y su lengua traviesa. Posé la copa la agarré por las nalgas y la apreté contra mí. Rodeó mi cuello con sus brazos y nos seguimos besando. Mi polla se puso dura. La chica, que era algo más alta que yo, comenzó a bailar sintiéndola entre sus piernas.
Paso a traducir del inglés al español.
Le pregunté:
-¿Cómo lo quieres?
-Dulce, como si estuvieras enamorada de mí, y sin goma.
Le desabotoné la blusa blanca mientras la besaba. Le quité el sujetador. Unas tetas redondas y duras con areolas y pezones rosados quedaron al descubierto.
Le masajeé las tetas y le trabajé los pezones y las areolas. La chica comenzó a gemir. Después e lamer magrear y mamar, le quité la falda. Quedó en bragas y liguero. Le quité las bragas, y en cuclillas le trabajé el coño mojado, o sea, lamí y chupé, labios y clítoris, y follé con la punta de mi lengua su vagina. La puse a huevo. Después le di la vuelta. La agarré por las tetas y la besé en el cuello. La chica se apoyó con las manos a la pared. Le di canela fina… Giró el cuello buscando mi boca con su boca más de una docena de veces. Yo ignoré sus labios. Dándole duro la agarré por los pelos y tiré de su cabeza hacia atrás.
Estaba haciendo lo contrario de lo que me había dicho. La dulzura brillaba por su ausencia. Pero sus gemidos me dijeron que había acertado al no hacerle caso. Seguí besando y lamiendo su cuello. Le mordí los lóbulos de las orejas . Poco después, me dijo:
-Me voy a correr.
Le quité la polla del coño empapado y se la acerqué a la entrada del ojete. Echó el culo hacia atrás y la fue metiendo muy despacito. Al tocar fondo volví a darle canela fina. Gozando como una perra volvió a buscar mi boca con su boca. Como no la besaba, me dijo:
-Bésame, por favor..
Ni puto caso. Desprecié sus labios y le volví a tirar de los pelos atrayendo la cabeza hacia atrás mientras la clavaba con fuerza. Volvió a decir:
-Me voy a correr.
Se la quité del culo. Le di la vuelta. La cogí en alto en peso y se la metí en el coño. Sus brazos rodearon mi cuello y sus delgadas piernas mi cintura. Tenía mi boca al alcance de la suya. Me besó con dulzura, al principio, ya que al ratito me chupó la lengua con fuerza. Las piernas le empezaron a temblar. Su coño apretó mi polla y entre gemidos, apretándola y soltándola, la encharcó con sus jugos. Era el momento de llenarla, y la llené con una larga y calentita corrida que se mezcló con la suya.
Al sacarle la polla dos regueros de jugo y semen salieron de su coño peludo, bajaron por el interior de sus muslos hasta sus tobillos y acabaron mojando el piso de la habitación.
Sonó el teléfono, la muchacha lo cogió, y se acabó la sesión. Según me dijo se tenía que ir por motivos de seguridad, había estallado una bomba en un pub de Guildford.

Quique.

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