Cornudo Por Mi Esposa

Mi esposa y yo nos casamos hace aproximadamente 18 años. A mis ojos, mi mujer sigue siendo tan preciosa como lo era el primer día que la vi. Éramos los dos bastante jóvenes al momento de contraer matrimonio, y aunque en mi juventud yo estuve con diferentes chicas, ella nunca tuvo la oportunidad de experimentar con otros hombres. Yo soy muy activo sexualmente hablando, al punto que disfruto utilizando juguetes en la cama, y mi esposa se ha adaptado a mis gustos. Ahora, yendo al meollo del asunto. En estos 18 años, mi mujer me ha sido infiel en dos ocasiones.

La primera vez fue un error, según ella, así que lo dejamos pasar. Transcurrieron un par de años desde entonces y, en esta oportunidad, algo cambió. Un día estaba yo viendo un programa en la televisión sobre una pareja que llevaba una relación abierta, así que entre los dos destapamos la caja de pandora y comenzamos a hablar sobre acostarnos con otras personas. Yo por mi parte no tenía a nadie en mente, pero evidentemente mi esposa sí, por algo había tocado el tema.

Al principio pensé que me estaba poniendo a prueba, por lo que tenía algo de miedo con eso de revelar demasiado. Pero no parábamos de hablar sobre irnos a la cama con otra gente, y cada que vez que tocábamos el tema nos calentábamos muchísimo y teníamos sexo a lo grande. Mientras tanto, para ayudarla, mi esposa comenzó a trabajar tarde por la noche con su hermana.
Una noche, me detuve a esperarla cerca de la ventana que daba al frente de nuestra casa. Recuerdo haberme sentido muy nervioso, confiando en que todo esto fuera producto de mi paranoia, pero al mismo tiempo tenía un presentimiento que me decía que yo llevaba la razón. Recuerdo haber pensado, “¿Qué estará haciendo? ¿Estará follando con él o chupándole la polla? ¿O ambas?” Esperé y esperé durante minutos que se volvieron horas, y finalmente la pillé caminando por la calle.

La confronté en cuanto entró, y le pregunté quién la había traído y por qué estaba caminando a casa. Ella me dijo que su hermana la había dejado cerca porque no querían hacer ruido para no despertar a los niños. Yo le respondí que entonces iba a llamar a su hermana, y que pensaba darle solo cinco minutos para devolverse.

Entonces, mi esposa me confesó que fue un hombre de su trabajo quien la trajo hasta aquí, y que iba a llamarlo para que yo lo conociera. Le pedí que me dijera de quién se trataba, y ella me dijo que no, que ahora tenía que esperar.

—Esto era lo que querías —sentenció, mientras llamaba al desconocido frente a mí—. Y ahora mismo lo vas a tener.

Al teléfono, mi mujer le dijo a este hombre que se devolviera y viniera a la casa. La oí decirle igualmente que recordara lo que habían hablado, porque iba a suceder esta noche.
Me quedé ahí pasmado, pensando, “Mierda, en serio tiene a alguien más.” Mi esposa me azuzó para que nos alistáramos antes de recibir a nuestro invitado, así que los dos nos metimos juntos a la ducha. Recuerdo que ya yo estaba excitado, pero también estaba enojado con ella por haber estado viéndose con este fulano por quién sabe cuánto tiempo y encima a mis espaldas. Mi mujer se vistió de una manera muy sexy, con una tanga divina y un sujetador de Victoria’s Secret. Así la vi de pie frente a mí, con su piel morena de latina, su copa 36D y ese culo firme, bañándose en perfume para nuestro invitado.

Recuerdo haberme quedado observándola un rato, pensando en lo sexy y caliente que se veía, como si fuese ella la que estuviera al mando y a punto de coger con dos hombres. Entonces le llegó un mensaje al teléfono, y me dijo que saliéramos porque el chico ya estaba afuera. Esperé a que se cubriera con una bata de seda y luego los dos salimos a la puerta principal.

Se me fue el alma a los pies en cuanto abrí la puerta. Yo conocía a este hombre, sabía que él trabajaba con mi esposa e incluso a veces nos saludábamos cuando nos cruzábamos por ahí. Naturalmente, tenía varias preguntas que hacerles, como por cuánto tiempo habían estado hablando, cuánto sabía él de nuestro arreglo, qué habían estado haciendo ellos dos por su cuenta, si se habían besado, si habían follado ya o qué. Pero mi mujer no quiso responder a ninguna de estas cuestiones. Se limitó a decirme que esto era lo que yo quería, y que ahora teníamos que trasladarlo todo a la habitación.

Cuando llegamos a nuestro cuarto, lo único que se me antojaba era cancelar todo el asunto. Estaba tan nervioso que tenía el corazón acelerado. Enojado, triste y confundido, mi mente era un torbellino de cosas que me impedían hablar o actuar. Todo lo que dije fue:

—Mi amor, si me estás poniendo a prueba, détente ya y déjalo así, porque te amo. Y si esto es lo que quieres, bueno, te lo doy. Te lo damos los dos al mismo tiempo.

Ella me miró y me dijo que sí, que esto era lo que quería. Ya con eso tuve que ceder, de todas maneras no creía que mi mujer fuera a detenerse si me negaba. Dicho esto, mi esposa dejó caer su bata al suelo antes de caminar hacia nuestro invitado, para luego arrodillarse frente a él. Entonces le bajó los pantalones, le sujetó la picha y se volvió a mirarme un momento antes de metérsela a la boca. Qué cantidad de cosas tan distintas me pasaron a mí por la mente y el cuerpo.

Me daba rabia pensar en lo rápido que se había metido la polla de este tipo en la boca, sin reserva alguna, como si lo hubiera hecho antes ya. Pero la lujuria me tenía obnubilado, y estaba empezando a sentir cómo mi pene engordaba y se empalmaba mientras la veía haciéndole una mamada al otro. Así transcurrieron un par de minutos, en los que pude oírla chupándole la picha y ahogándose con ella también. Entonces mi mujer se levantó del suelo, se recostó en la cama y le abrió las piernas. La oí claramente cuando le dijo:
—Empieza a comer.

Era ella la que mandaba, él se limitaba a seguir sus instrucciones como un perrito obediente. A todas estas yo ya estaba listo para unirme, toda la rabia se me había pasado y lo único que podía sentir era una excitación tremenda. Ella me pidió que jugara con sus tetas, así que me adueñé de uno de sus pezones con la boca mientras me entretenía con el otro a la merced de mis dedos. Mi mujer estaba ida de placer, tenía los ojos cerrados mientras gemía. Fue ahí cuando tuvo su primer orgasmo. Cómo le encantaba esto, tener a dos hombres satisfaciéndola al mismo tiempo.
Nuestro invitado se detuvo entonces, y se sujetó la erección con una mano para adentrarse en ella. Mi mujer parecía fascinada; él, por otro lado, se asombraba en voz alta de lo empapada y húmeda que estaba, y yo sabía que no mentía porque sí que podía oír el ruido que hacía su coño cada vez que él la penetraba. Después de follársela por un par de minutos, mi esposa se dio la vuelta y le dijo que quería que le diera por el culo.

Yo no daba cuenta de lo que estaba oyendo. En los 18 años que llevábamos juntos, con suerte había logrado darle por el culo dos o tres veces, y a duras penas.

Así que le dije que no podía creer que a él sí le permitiera hacerle eso, si a mí nunca me daba permiso de ponerla por detrás. Ella me respondió que su picha era pequeña, y que la mía era muy grande, por lo que sí podía soportar la de él. ¿Pero qué significaba todo aquello? ¿Que acaso se la había follado por el culo antes? El otro hombre la penetró por detrás hasta el fondo, y todo lo que mi mujer hizo fue gemir y menear las caderas hacia atrás, al ritmo de sus embestidas.

Yo estaba frente a ella, viéndolos nada más, pero ella se adueñó de mi erección con una mano y se la metió a la boca. Qué fantástico era verla con una polla hundida en el trasero y otra en la boca. El otro hombre empezó a darle duro por detrás, y después de un par de minutos dijo que iba a correrse. Ella le pidió que se corriera en su culo, y me soltó para empezar a moverse, gimiendo incluso más que antes. Entonces nuestro invitado se vino en el culo de mi mujer, dándole su segundo orgasmo de la noche.

Al salir de ella, el otro hombre se bajó de la cama y mi esposa me dijo que era mi turno. Se recostó en la cama de piernas abiertas, dándome la bienvenida. Nuestro invitado comenzó a vestirse, pero mi mujer le preguntó que adónde iba, si aún no habíamos terminado. Luego le ordenó que le chupara los pezones.

Yo empecé a follármela duro y rápido. ¡Dios! Estaba tan mojada que apenas y lograba sentir algo. No duré mucho, especialmente porque mi mujer comenzó a hablarme sucio, pidiéndome que le llenara el coño de semen así como le había quedado el culo.

Por Dios, finalmente exploté bien adentro de ese coñito jugoso y húmedo. Mi mujer nos preguntó si habíamos quedado contentos, esperaba que sí porque ella ciertamente estaba feliz, y nos dio las gracias a ambos. Nos vestimos entonces, y yo acompañé a nuestro nuevo amigo hasta la puerta. Cuando regresé, mi esposa y yo tomamos una ducha juntos. Luego nos acurrucamos y nos fuimos a dormir como si nada hubiera pasado.