Confesión de un obrero cincuentón de la construcción

Toda mi juventud trabajando en lo mismo, en la obra, obrero de la construcción, de los que muerden el polvo, no de los señoritos ingenieros de caminos que se pasean con el gorrito de porcelana y mean en lavabos de oro, no; soy de los que se ensucian, y mean en letrinas y lavabos de quita y pon; de los que llegan a casa con un kilo de hormigón en polvo encima la cabeza que parece que me han enlacado el pelo, parezco una puta de cabaret cuando llego a mi piso de alquiler. Y me tengo que duchar para volver a oler a hombre que es mi estado natural; y ahora cuando ya he llegado a la madurez, estoy desgastado por el duro trabajo y con muy pocas satisfacciones.
Al final no me he casado, caso todos mis compañeros a los que he ido conociendo en mis sucesivos trabajos, casi todos trabajos de obra pura y dura, casi todos ellos están casados. Unos más felices y otros no tanto. Yo al final, opté por no probar eso de subir al altar.

Un hombre maduro cansado del trabajo y de las mujeres

Así que pasados los cincuenta años, un cincuentón como dirían algunas jovencitas, aquí me encuentro, con dinero suficiente para viajar y con pocos gritos en casa para escuchar. Lo cual aprecio y mucho. Porque valoro en demasía el silencio. Ni me imagino lo que hubiera sido estar con toda una familia en casa. Con mujer y niños alrededor.
En fin, digo lo de mujer, porque no sé ni por qué lo menciono, no creo que hubiera tenido esposa. No sé si habrá sido el estar rodeado de hombres, durante todo este tiempo, que al final, a día de hoy siento cierta admiración, y por qué no decirlo, atracción por el género masculino.
Ahora con los móviles y mucho más, también un obrero de edificios, carreteras y zanjas, también tiene tiempo para consultar las páginas porno más actuales. Y claro, está, todo lo que veo, todo lo que observo, ni lo imaginaba años atrás. Acostumbrado a los típicos piropos que lanzamos nosotros los obreros de la construcción, a las mujeres guapas que se acercan a una obra, ahora veo fotos y vídeos porno en casa, o cuando estoy solo, y que me quedo asombrado.

Mis viajes me enseñaron todo lo que sé y lo que soy

He viajado por cuestiones de trabajo por todo la geografía española, no es lo que tengo, es lo que soy, como viceroy; desde Madrid, Barcelona, Valencia, hasta Sevilla, Zaragoza y todas las ciudades que te puedas imaginar. He conocido a mucha gente, a pesar de no ocupar un puesto de alto cargo ni nada por el estilo. Y últimamente, últimamente, ya ni me reconozco cuando me miro en el espejo. Y tengo en mente, aunque suene raro, probar con un hombre. Un hombre más joven que yo, debe ser porque son con los que me relaciono más en el trabajo. Y de un tiempo a esta parte, me he notado excitado con ellos. No me siento bien diciéndolo, porque nunca he sido así, pero es cierto.

No con todos noto esta sensación, claro está. Si no, con algunos. Alguno al que veo diferente, con más personalidad, pero más joven que yo, y ahí, mientras ellos me hablan, yo sin querer me excito. Y lo que dicen pasa a otro estado ininteligible, vamos que ni lo oigo.
He visto que los servicios sexuales de chicos más jóvenes para hombres ya de mediana edad, como yo, maduros, están a la orden del día. Chaperos los llaman, hombres jóvenes que se prostituyen con otros hombres, generalmente de edad superior, mayores que ellos y que con los que mantienen relaciones homosexuales.

Chaperos de todas las ciudades,  jovencitos inexpertos y atrevidos

Chaperos hay por todos los sitios, veo anuncios de Barcelona, Madrid, Sevilla, Santander, Toledo, Zaragoza, Valencia y muchos lugares más de España y lo bueno, lo cierto es que algunos están muy bien. Me estoy sintiendo tentado a hacer alguna llamada y probar algún día.
No quiero dejar de decir que me resultó curioso ver la procedencia de este nombre chapero, unos dicen que viene de chapar, cerrar, que tiene su sentido, viene del germano, y es cerrar la parte de atrás, poner un tapón al agujero de la botella. Otros dicen que viene de chapa, de chapas, que son la antigua calderilla con la que se supone, que los hombres mayores pagaban a los pequeños chaperos, a los prostitutos, con chapas o calderilla. Y una tercera opción, muy curiosa, dice que viene la palabra de Castilla, «chaperón» que era la persona que sin estar cualificada realizaba un trabajo esporádico, eventual, y del resultado pésimo mejor ni hablar. De ahí los chapuzas de toda la vida, los que vienen a tu casa y en vez de arreglar, desarreglan lo que toquen. Y de chaperón, a chapero, jovencito sin experiencia, un chapuzas del sexo, con menos experiencia que Drácula trabajando en Los Lunes al Sol.

En definitiva, todo esto es lo que creo y considero, que al final de mi trayectoria profesional, como obrero raso y peón albañil sin igual, me puedo llevar como satisfacción. Porque ahora ya no me atraen las mujeres. No, me atrae más, darle un estirón por detrás a alguien más joven que yo, un chapero por ejemplo, al que poder dominar, porque en la intimidad, soy dominante y activo como el que más.

   

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