Desde hace tiempo pienso, vivo y deseo por verme en esta situación. Conozco a un extraño, que pronto se hace amigo mío. No sé quién es, no lo he visto nunca, pero lo he conocido en el bus mientras volvía para casa.
Es un hombre serio, no es guapo pero me asombra su rectitud y seguridad. Quizá él crea que es un inseguro, pero a mí me parece todo lo contrario. Su batalla está ganada, porque pese a lo que pueda él pensar, para mí ya es un ganador. Porque lo cierto es que, me ha gustado desde el primer momento.
No existe la seguridad, sino lo que nosotros creamos que es seguro. ¿Quién puede decir que la vida es segura cuando venimos de un tumulto de incertidumbre? De una explosión universal que al final crea el planeta Tierra, entre los muchos otros millones que hay. Nadie. Nadie puede afirmar tal certeza. La seguridad es solo una máscara, solo es cuestión de ponérsela.
Él la llevaba puesta sin saberlo, sin dudarlo, pero no la forzaba porque era natural. Y pronto nos hicimos amigos desconocidos, en ese bus rutinario. Y muy pronto, me llevó a mi casa, porque yo le invité. Una mujer hace y dice lo que quiere, y se acuesta con quién quiere. Si una amiga no te ha hecho nada, ni ha follado contigo, ni siquiera te ha hecho una paja, es porque ella no quiere, y es así. Olvídala, no interesa. Que se la folle otro, que se la chupe a otro, que es lo querrá con seguridad. Que sea lo que ella quiere, una golfa de barra libre. Libre como un pájaro. O como una zorra de campo.
En la cama resultó ser dominante, no esperaba menos. Pueden comentar, y yo puedo relatar, un poco más. Soy mujer, supero los cincuenta años, me considero anárquica y liberal de pensamiento, libre sin prejuicios, sin géneros, y aún creo que me conservo bien.