Antonio mi empotrador de Burgos

Sabía que sería una noche especial, me fui con unas amigas y al final acabé en su apartamento follando sin parar.
Me llamo Susana, pero me llaman Sansi, de mi grupo soy de las más alocadas y ligeras, o eso al menos me dicen. La semana pasada nos fuimos a pasar unos días a Burgos, mis amigas y yo. Todas estamos separadas. Estábamos hartas de nuestras vidas de matrimonio, y ahora hacemos lo que nos sale del chichi.

Mucho más que las Putas Burgos que él frecuentaba

Sandra es una locuela, siempre riendo y encendida por pollas grandes. Nuri, es la más tímida, pero, déjala correr, porque hace un mes se llevó a un tío a la cama que para mí lo hubiera querido. Jennifer, es la más gordota y cachonda, toda inocencia pura, le va todo. Tanto hombres como mujeres, a mí, en más de una ocasión se me ha insinuado, y no dudo que algún día me pueda dar un buen revolcón con ella.
Pero la semana pasada el revolcón me lo llevé yo. Antonio se llamaba, separado, unos cuarenta y algo, y con un buen cuerpo. Lo conocí en un bar del bajo Burgos, estábamos tomando tapas con mis amigas, él se me acercó me dijo que era muy guapa, me dijo que era putero de toda la vida, y que estaba harto y cansado de ir con Putas Burgos, y pagar siempre. Yo le dije que eso de pagar, conmigo nanai, conmigo sexo del bueno y barato.
Noté cómo su bulto del bajovientre se engrandecía al decirle, eso, se notaba que era un macho español de toda la vida. Cuando me quise dar cuenta, estaba en su casa burgalesa, y en pelotas los dos.
Mis amigas, atrás habían quedado, ni me acordaba de ellas, yo caliente como una mona solo quería mi premio y plato del día, el nabo a la parrilla.