4 – El Enviado, amenaza.
Summoning – Land Of The Dead – mp3.
Me centré en el menú, fue inestimable la ayuda Flavia, me di cuenta de que veía más lejos de lo que pensaba, era de baja estatura, bien armada, pero rápido en sus movimientos, de mirada inquieta y no paraba, me vigilaba como si tuviera instrucciones de controlar que comía, lo cierto era que había perdido interés por la cena y eso que había platos muy interesantes, pero mi mente estaba como mi cuerpo, quizás peor, tenía señales de agotamiento.
Fui escogiendo poca cantidad en mi plato, nada comparable con los comensales, devoraban. Y no terminaba ningún plato, Flavia rozó mi hombro con su muslo, hizo una carga suave, movió levemente mi cuerpo a un lado.
– O dejas el plato limpio o le digo a la heredera que cuando me acerco a ti, me rozas con tu mano el culo con suavidad. Como si examinaras la mercancía, pensando que me puedes procurar en un revolcón.
No pude menos que sonreír, y la creí a pies juntillas, era una mujer imperiosa, acostumbrada a tomar la iniciativa y coger lo que deseara en esos instantes.
– ¿Y tú marido?
– Tío no tienes idea de quién soy.
– No, pero si me he dado cuenta de algo importante, y en términos generales puedo asegurar que algo no cuela, esta situación está controlada y no han dejado nada al azar.
– No sé a qué te estás refiriendo – Respondió lentamente.
– No me encaja el camionero en ese puesto de responsabilidad, tampoco el trato a su familia delante de todos, siempre he pensado que los trapos sucios se guardan en casa ya que algunos son imposible de limpiar o lavar o lo que proceda. Y tu sobretodo.
Apoyó su muslo en la parte alta de mi brazo derecho, su calor atravesó chaqueta y camisa. Tomé datos.
– Isidra me advirtió, dijo que no eras un gilimemo aunque lo parecieras.
Se dice, se comenta que Victoria no es hija del camionero, como tu le llamas y se rumorea que por esa causa las llama zorras a las dos, pasando por alto que Victoria está atada a la pata de la cama y no la dejan salir con sus amiga y que él tiene otra mujer por ahí fuera, siempre está viajando y es cierto, sus cifras aumentan todos los meses, pero no da información alguna de sus operaciones.
Y por otro lado, isidra me ha encomendado la misión de que no pierda de vista al conjunto, que quiere saber tu opinión de todos los comensales. Por otro lado, pareces una persona simple, pero no, ves cosas que nadie ve. Y ahora una pregunta personal e intransferible, con tu palabra de que isidra jamás se entere.
– Puedo saber su clase, y en que archivo lo guardarías.
– No entiendo.
– Sencillo. Económico, familiar, físico, sexual, y lo que puede tener como referencia ese secreto.
– Comercial diría. Yo te informo y tú me das la mitad de lo que rente.
– Si, aunque nadie debe saberlo, pero tu intimas con la heredera y temo que se entere.
– ¿Se trata de una traición económica de la familia?
– No exactamente pero se acerca. Se trata de mi marido, es un tipo frío, inglés casi, allí nos conocimos. Yo trabajaba de camarera en un hotel mediocre, y tenía mi piso, bueno, un agujero pequeño y un día entró por la puerta, pero no había habitaciones, yo le abordé en la calle y le ofrecí una cama en el pasillo y derecho a cocina, así como los gastos generales.
Su fría mirada calculadora pensó con aciertos, pensó cuantos polvos me podía echar a cuenta del alquiler y no se equivocó, dos semanas más tarde puso sitio a mi cama y una vez destruidas mis defensas me tomó como rehén, me echó un polvo que duró más de lo que esperaba.
Hizo una pausa, pasaba gente cerca.
– Al día siguiente llegó a mi piso con un ramo de flores, dulces y un largo camisón de fantasía de color rojo sangre y con todo descaro me dijo que me iba a cambiar, el daba clases en una universidad, psicología y no sé qué más rollos, y fue cuando me di cuenta de un detalle, su fría mirada y esa noche estuve pendiente de ellos cuando se corrió en mi interior.
– Sigo sin entender por dónde vas.
– Me dio la sensación que no sentía orgasmo alguno. Tiene un secreto, el lo confesó dentro de su frialdad, y yo fui todo oídos. Tiene una hija, no me dio datos de nada y resulta que está en la edad de conocer varón, pero eso lo decide el, ella está cerca bajo su control y es una eminencia como cerebro, asegura el muy cretino que ella ha salido a él, como si la mujer que la concibiera no hubiera tenido nada que ver.
Hizo una pausa. La gente estaba a su rollo.
– Me dijo al oído, que la heredera está cambiada, no es la mojigata de la última junta, algo le ha ocurrido y había estado pendiente de ella y las visitas que te hacía, y procuró enterarse quien eras y que hacías aquí, sin datos dijo que su instinto le dijo que podías ser peligroso pero no tiene elementos de juicio para desarrollar ese peligro que presiente.
Otra pausa, apoyó con todo descaro la parte interna de su muslo en mi hombro derecho.
– Y ese dato de la heredera y de cómo me miraba le hizo pensar en su hija, podías ser el elegido como te llaman, aunque debe de ser por el viaje compartido y el cree que hay demasiado misterio en todo esto.
Por tanto es de la opinión que puedas ser también el elegido para desflorarla, ella le había pedido su consejo y dada la clase que él piensa que tiene y ver a la heredera, se fijó en ti, y yo como mensajera, al precio de un par de polvos que hagan mearme de gusto, accedí a ser la su correveidiles ¿Qué dices?
El tema no dejó de sorprenderme y en que niveles se movían todos los personajes. El desflorar a una mujer es un tema muy delicado, más de lo que muchos no piensan, la vida sexual de esa mujer está en tus manos y sobre todo el estatus que como hombre dejas.
– ¿Qué edad tiene?
– 19 sin cumplir, pero sé que miente el inglés que no lo es.
– ¿Y a qué se debe tu certeza?
– Respondió refrenando su llegada a la edad, pensaba antes de decirla.
– Muy astuta, sí que lo eres y lo sabes.
Respondí poniendo monedas entre sus piernas. Presionó, eso era un si.
– Como ahora que juegas conmigo, no te has dado cuenta de que voy por delante de ti, por eso hago presa en tu hombro y sin preocuparme de la heredera que te tiene muy marcado, nos mira con la frente arrugada, espero sepas salir de este atolladero que producen mis muslos.
– Supongamos que acepto resolver ese problema, que es muy delicado ¿Qué ocurrirá después?
– El agradecimiento del inglés de pacotilla, el mío como mujer y el de la chiquilla que está pasando un mal momento.
– Y que ya que estas, estáis tan preocupados ¿Qué pasa con el mío?, no se lo voy a ocultar a Isidra. Y te diré más, pediré su consejo, no se merece esto que me estás planteando, Isidra ha sido lo mejor que me he encontrado en la vida y estoy en deuda con ella.
Retrocedió apartándose de mi hombro, me miró muy seria y segundos después asintió despacio con la cabeza.
– Sé que no tendré respuesta, pero me gustaría saber la causa de tu fidelidad, terminas de conocerla.
– Isidra es la única mujer que no entra en el saco de todas.
– ¿De todas qué?
– De todas las mujeres que conozco, todas las que entran en el mismo saco, me refiero a las que me follo, conocidas, amigas, compañeras de trabajo, vecinas y un largo etc., y me hizo llegar a una conclusión, que todas las mujeres sois malas.
Se apartó aún más, su frente era una arruga y su mirada atravesada.
– ¿Qué es para ti una mala mujer?
– La que salta por encima de todo por conseguir lo que quiera, sin decoro alguno y sin importarle el daño que haga, ignorando el que ella misma se hace, pienso que algún día meditará la indignidad cometida para conseguir sus deseos.
– Entiendo que estoy en ese saco, ¿es así? – Resopló indignada.
– Sí, tu proceder conmigo automáticamente te ha situado. Aunque entiendo tu buena intención y por esa causa se lo contaré a isidra, no quiero dañarla.
– ¿Qué te ha prometido a cambio? – Rabia contenida en su gesto.
– Nada, ahora se han cambiado las tornas. Ella conducirá y llevará su furgón, por tanto comparto el viaje, no hemos hablado del precio, pero lo haremos.
– ¡Te burlas de mí! ¡Ella te debe algo que no imaginas!, y no sabes lo que se comenta de ella en la familia.
– Ni me importa, es mayor de edad y mete entre sus piernas a quien quiera y nadie, absolutamente nadie puede ni debe juzgarla, al margen de como mujer, como heredera.
– ¿Entonces es un no? – Refrenó su ira contenida.
– Mejor si vamos a ver qué opina.
Dije mirando en dirección a la cabecera de la mesa, para mi sorpresa se acercaba en nuestra dirección, su frente continuaba arrugada. En la esquina de la puerta de entrada a los fogones se detuvo, y nos hizo un gesto que nos acercáramos. A su lado, de espaladas a la mesa, nos miró a los dos.
– ¿Qué cojones pasa?, me están llegando comentarios diversos y que se contradicen.
– Habla tu – Dije mirando a Flavia.
– No – corrigió Isidra mirándome – Habla tú, me fio más.
– El inglés tiene una hija quinceañera con ganas de follar, pero su virginidad se lo impide, sabe que si da con un chulo de mierda, su vida sexual se va al traste y he resultado elegido debido a tu cambio ¿es así?
Dije mirando a Flavia. Está asintió con cierto rubor en sus mejillas.
– ¿Has aceptado?
Dijo mirándome, levemente había palidecido.
– Pregúntaselo a Flavia – Respondí molesto por su reacción.
Desvió su mirada a Flavia, esta negó con la cabeza y respondiendo despacio, vi como de forma despiadada metía su chuchillo en mi cuerpo y giraba la muñeca de forma que la herida no cerrara.
– Su respuesta es una duda encubierta – Hizo una pausa premeditada – Si dijo de comentarlo contigo, lo cual – Otra pausa – Dejaba, deja la puerta abierta.
Mi rabia subió de nivel, y mi teoría de la maldad en las mujeres cobró fuerza. Le había dado la vuelta a la cuestión y su mirada triunfal lo corroboró.
Isidra bajó la cabeza, parecía mirar sus rodillas. Yo sabía que había perdido la batalla y la guerra. Movió la cabeza lentamente y elevó la cabeza mirando a Flavia.
– Has sabido confundirle, pues eres maestra en el arte del engaño, pero te voy a dar la oportunidad de que puedas darle otra vuelta de tuerca, y otra en dirección de que me deshaga de él y siga enclaustrada.
– No te entiendo – Respondió Flavia muy colorada.
– Vayamos a ver a Humen, la cocinera.
– ¿Por qué? ¿Qué pinta ella en esto?
– Tiene su fama bien ganada, será mi consejera.
– ¿Y yo? – Protesté con cierto toque molesto.
– Tu – Dijo Isidra – Estás inmerso en mundo del que ignoras todo, el haberme despertado te deja un lugar importante, y esa chiquilla merece toda mi atención, ya me hubiera gustado tener a quien confiar mi primer polvo, aquel gusano que me dejó tan mal.
Y con ella en brazos descendimos una planta, abajo estaban las cocinas, además de alimentos proporcionaban calefacción al conjunto de edificios. Entramos en la cocina y una del grupo de cocineras nos miró, una de ellas torció el gesto y dejando todo se acercó hasta nosotros.
– ¿Ocurre algo que deba saber? – Gesto preocupado.
– Nada de cocina, todo perfecto.
– ¿El elegido? – Preguntó mirándome fijamente – ¿Es el causante?
Me dejó sorprendido su sagacidad.
– No y si, por ese orden – Respondió isidra.
– ¿Qué vino te gusta? – Preguntó mirándome.
– Rioja.
– ¿Qué rioja?, hay muchos.
– Viña Tondonia – Respondí secamente.
Me miró entrecerrando lo ojos.
– Tengo diferentes reservas.
– Gran reserva de 1977, en su 125 aniversario
– Excelente elección la tuya.
Y tras una señal hacia se espalda, aparecieron copas altas con escudo de armas labrado en el vidrio, un mantel verde apagado y finas tira de quedo en dos recipientes, pequeños trozos de pan y las dos chicas desaparecieron a la misma velocidad que aparecieron, la cocinera se sentó en una silla de espaldas al fogón encendido.
– ¿Qué puedo hacer por vosotros?
– Suponte, que tienes una hija, o sobrina, jovencita y que siente deseos sexuales, necesita que la echen un polvo de vez en cuando.
Pero el padre es muy selectivo, busca a un tipo que no la deje traumatizada, y ha puesto sus pelotas encima de mi tejado ¿Cuál es tu consejo?
– Sobrina, por los personajes que has mostrado en el tablero, entiendo que el elegido es la pieza clave, y del otro lado está el padre de la jovencita, pero según el tono empleado, puede ser antagonista, verse reflejado y el saber que puede sufrir su hija. Por tanto es el inglés el que da el visto bueno. La presencia de Flavia y su gesto taciturno lo confirma.
Iba a interrumpir Flavia, pero la mano de la cocinera se alzó, eso hizo que no abriera la boca.
– Hay partes enfrentadas en este dilema. Tú, eres la heredera y debes tomar la decisión, y en este caso no puede decidir la regente, es un tema personal tuyo, intimo para más detalle, compartir al macho es duro de decidir, pero tienes una obligación moral con tu familia y el inglés y sus descendientes también lo es.
Se hizo el silencio en la cocina, las que estaban trasteando en los fuegos, nos miraban de reojo, no habían perdido detalle y como siempre, no pude callarme, nadie me preguntaba.
– ¿Puedo pedir el comodín de las cocineras? – Dije con lentitud.
Todas me miraron sorprendidas, entre ellas cuchichearon y luego a mí, pero las que había junto a los fuegos y a la vez dijeron todas que sí, que debía de ceder al macho, todo por el bien de la chica.
– Sobrina, el elegido del viaje compartido por tu prima, ha sido la causa de tu cambio, ahora tienes iniciativas, sales de tu guarida y eres activa, no disimulas nada, por tanto el elegido ha despertado a la mujer que escondías y toda la familia te ve satisfecha, esa es la clave.
– ¿Cuál es tu consejo? – Preguntó Isidra con cierto rubor en sus mejillas.
– Es obvio, consiente, cede al macho y que esa jovencita no muera sexualmente. Y si te aconsejo que hables con la ella y le pongas en antecedentes de quien la va a visitar, y no eches en saco roto al elegido, está molesto.
– ¿Conmigo? – Protestó Isidra.
– No, con Flavia, le ha acorralado con sus palabras. Esa es la cuestión. Pero yo le voy a mostrar una salida airosa, y que nos cuente si en su mente ya se ha formado una idea de quien le espera y que estrategia utilizará con esa niña, ya que ignoramos la verdadera edad.
Miré a Flavia, rabiaba por dentro, pero mostré lo contrario y decidí devolver el golpe de forma sutil, recordé el calor de su entrepierna en mi hombro, ahora el que se iba a restregar iba a ser yo.
– Pídeme una muestra y tú consiente.
Duda en su rostro, cierto rubor en sus mejillas.
– Pero eso no me va a decir nada.
– Sí, te dirá, pero debes adoptar una postura sumisa, como ella hará, es lo más sencillo cuando no sabes nada, yo a cambio te muestro el guion de esa muestra. Pero tampoco quiere decir que sea así, no he conocido dos mujeres iguales.
– Sigo sin comprender nada.
– Te muestro una prueba sexual. Y tú como experta muestras opinión, si sabes ocupar el puesto de la jovencita.
– ¿Así de fácil lo ves? – Protestó, era el centro de las miradas.
Dejé de perder tiempo, la miré fijamente empezando hablar.
– Suponte que terminamos de entrar en tu casa, suponte que necesitas sexo, lo llevas pensando desde que me viste rebuscando, a mi favor tu padre y no sabes lo detallista que soy, y sin más me dices que necesitas una prueba de que no soy uno del montón, me llaman el elegido y eso consta a mi favor, en contra que no me conoces.
Hice una pausa. Ella pensaba mirándome fijamente.
– Suponte que espero una señal, que me dé luz verde para continuar, es el segundo paso.
– Entonces te seguiría al dormitorio, este en oscuridad total, no nos veríamos, sería un secreto lo que tu rostro mostrara y yo sin más preámbulos te preguntaría que me permitieras quitarte la ropa.
– Supongamos que aceptas y te encuentras de pie, junto a la cama y sin ropa. No nos vemos ya que la oscuridad es total y te pido que te desnudes.
– ! Flavia, desnúdate ¡ – Se sobresaltó por el fino todo afilado, cerré los ojos alejándome de la cocina, mi mente ya había formado el cuadro con la jovencita que levemente temblaba.
Flavia no respondió, supuse mirándose entre ellas, no entendía nada. Fui bueno y lo que hice tuvo consecuencias más adelante, ya que no se lo merecía debido a su maldad.
He conocido mujeres sabias, mis maestras, las que me han guiado a través de su cuerpo, por donde me arrastraba en aras de su placer y ellas confiadas me mostraron cuál era su senda del placer, y una me dijo que no bastaba con quitarle la ropa, muchas siguen vestidas, dijo que esperara, que solo juntáramos nuestros cuerpos y le diera tiempo para desnudarse, su mente lo hace lentamente, mientras recibe la transpiración del macho, es cuando despierta su instinto animal y la hembra aparta a la mujer, es el momento de iniciar la conquista y empiezo a explorar su piel, esa humedad que emerge de sus poros erectos, debo despertarla con mis labios, a la vez que aspiro su esencia, su naturaleza para descubrir a la hembra desconocida que consiente.
Hice una pausa, y desde mi oscuridad pensé en esa jovencita, si su mente estaría como la del grupo de mujeres que me escuchaban y como respuesta silencio absoluto.
En mi mente la imagen difusa de la jovencita desvaneció la de Flavia.
Esperaría unos minutos, tardaría un poco, la causa es su pensamiento, estaría formándose una nube de inquietudes, ella esperaba unas manos y eran labios que se deslizaban por su cuerpo y su mente se llenaba de dudas contradictorias, no había el esperado manoseo y tampoco haría ruido alguno, como resultado la temperatura de su cuerpo aumentaría lentamente y su mente llena de misterio.
De pie, junto a la cama la ayudaría a sentarse. Llegaba un momento importante, más que la penetración. Le diría que explorara mi cuerpo, que te familiarizara con él, que apartaras temores. Si no hay reacción, la ayudaría, llevaría sus manos al origen de sus temores, que creciera en su mano, y que le rozara en sus mejillas, que apreciara su dureza y qué pensará cuando entrara en su cuerpo.
Que apartara el prepucio y pasara sus labios por el glande, el ariete que abriría paso en su interior y por otro lado le hablaría que antes de la penetración. Le explicaría que la penetración es lo último de lo último, antes tenía que recorrer su cuerpo, despertar a su placer dormido, y erigir despacio la conquista de su cuerpo.
Le explicaría que era la conquista, está basada en los lugares donde se despierta el placer, y una prueba sería el rozar mi barbilla con sus hombros, procuro la barba de un día y es suficiente para despertar a sus poros, rápidos mensajeros de sensaciones, y lo que más deleita es la respuesta que escapa de sus labios, levemente separados y el gesto de echar la cabeza hacia atrás, el placer ha sido despertado.
Escucho siempre la respuesta de mis pasos en sus sendas descubiertas, es para mí delicia y además el hándicap necesario como señal positiva o negativa, aunque sus reacciones y movimientos de su cuerpo me señalan la realidad de mis dudas y la recompensa es que beberé de ella, me guardaré sus íntimas fragancias que emanen de su boca, piel y vulva.
Mi cuerpo pegado al suyo me hablaría de su estado emocional, y ese mismo instante la diría que me guiara por su cuerpo, y saber si deseaba continuar. No hablan, responden apretando su cuerpo con el mío, y muchas guían mis movimientos, sujetan mis manos o las dejan en libertad, o mi cabeza, llevan mi boca a donde beber o reclaman que invada su cuerpo, me llevan entre sus piernas ligeramente separadas, repto entre sus piernas y despacio las separa y al oído les pido que me guíen, que me he perdido en su cuerpo y ellas con su manos sitúan al pene entre los labios de la vulva, ellas mismas juguetean antes de situarle y espero.
Hace su movimiento, la reina empuja y el pene se abre paso en el anillo vaginal y me detengo, me gusta sentir como me agarra, es una mano con mil dedos y espero señal, ella eleva la pelvis, es la señal, desea la penetración total, aunque no en el caso de una virgen.
La primera vez varía poco, y siempre me ha funcionado, y en este caso cambiaré el sistema, dos de mis vírgenes lo utilizaron y quedaron sorprendidas, me premiaron con su ternura y debo asegurar que me recompensaron con lo mejor de su cuerpo, y cada en cada una es diferente en cuanto a los matices.
Ocuparé tus oídos, y escucharás una melodía intensa, llena de sensaciones donde tu alma se inundará de armonía. Y te dejará en libertad, solo será cuerpo y espíritu. Cuerpo para sentir y espíritu para acumular recuerdos vividos, donde no se olvidan, la memoria falla, es mejor alcanzar dos paralelismos de placer. Uno es físico (Cuerpo) y el otro psíquico (Espíritu).
Poco después sentirías que me acuesto a tu lado, tú no sabes que hacer, nunca has pasado por algo parecido y yo en ese momento me dirijo a tus piernas, que separo levemente despacio, y las mantengo separadas, no me ves, nada nos cubre ni nos separa, y de nuevo tu mente piensa en la penetración, así de simple, sin más.
Pero los minutos pasan y nada ocurre, pensarás que estoy poniéndome en marcha, pero no es así, ya mi mano derecha aterriza en el monte de venus, no conozco tu cuerpo y ese es el punto de partida.
Mis dedos se mueven entre el vello que le cubre, tu vientre se encoge, y como tal respondes, sueltas aire despacio, mi mano está caliente, pero tu mente no dispone de información y cuando muevo los dedos acariciando ese vello ensortijado que traba mis dedos, abres la boca y de nuevo sueltas aire.
Yo si lo presiento ya que mueves tus piernas, te asientas mejor en la postura, esperas algo desconocido y es cuando piensas que sigue, tus pezones se están endureciendo y mi mano asciende despacio, se arrastra desde el vientre, que tu encoges, lo mismo que harás en la penetración y lo sabes, y sin querer suspiras, sueltas el aire aspirado al sentir como mi mano se arrastra abandonando el monte de venus, y entre mis dedos llevo vello que he procurado arrancar de forma sublime, ese vello le recogeré más tarde y lo guardaré en una fina funda transparente, junto con tu rocío vaginal.
Una exclamación interrumpió mi sueño,
– Por favor no sigas – Dijo con la voz entre cortada – Es suficiente, y te aseguro que sería una buena forma de despertar el avidez de sexo.
Silencio exigí con voz de trueno y continué.
Mis manos se moverían despacio, y rozaría la parte inferior de tus pechos, sus pechos. Esperando la respuesta de sus poros que sería inmediata y mis dedos rozarían las areolas de ambos de pechos, con un solo dedo, recorriéndolas lentamente, como si procurara guardar la información en mi cerebro, y de vez en cuando rozaría los pezones, ya erguidos y esperando despertar el goce. Sería el momento de cambiar el rumbo, sus hombros, una mano se desviaría hacia el hombro, le recorrería como si mis dedos se hubieran convertido en garra, los dedos estarían en la espalda.
Y en ese momento sentiría que mis manos se habían marchado, pero no. Preciso de sus brazos, dispongo de armas, y un fular se enrolla en cada muñeca y sus brazos son desplazados por encima de su cabeza, el otro extremo del fular está sujeto al cabecero, ella se sobresalta, y tira sin darse cuenta, pero afloja sus brazos, no está atada.
Y en esos momentos siente como la seda roza sus tobillos, no hay respuesta, sabe lo que está ocurriendo y lentamente me acerco hacia su cabeza, dedos recorren su piel desde el tobillo hasta el monte de venus, pero antes se han desviado pasando por la parte interna del muslo de la pierna izquierda, de nuevo respuesta.
Sujeta mi mano y me habla al oído, no quiere que nadie nos escuche y me pide que termine, que está muy nerviosa y el paso del tiempo le hace daño. Y la respondo que primero placer.
Y me aparto de ella, retrocedo situándome entre sus piernas que al sentir mi cuerpo separa. Ha comprendido y mis labios besan los suyos, ella encoge el vientre, mi lengua entra entre sus labios y lentamente asciende hasta el clítoris, este ya estaba alertado y le rozo con la punta de la lengua, responde asomándose, retiro el pequeño prepucio que tiene y le humedezco, ella se mueve, separa más las piernas y gime, exclama que la penetre ya, que no aguanta más.
Poco placer lleva, y sigo excitándole, ella se remueve y tira de mi pelo, aparta mi cabeza de su vulva y tira hacia ella, su rostro y el mío están enfrentados, acerco mis labios a los suyos, y ella responde girando la cabeza a un lado, no quiere besos.
En mi mente salta la alarma, la armonía que iniciaba ha desaparecido, su mente está en la penetración y no piensa en el placer que conlleva, y hay efectos secundarios, se ha quitado los cascos tirándoles al suelo.
Y me exige cumplir sus deseos, que me deje de florituras y que la folle deprisa, que la espera la enerva y ya no aguanta más.
Suelto los fulares y me acuesto a su lado, al oído le digo que me monte, que va a cabalgar ella. No entiende, la empujo encima y situó sus piernas a cada lado de mis costados, y le digo que excite al pene, que está sorprendido de su pragmatismo sexual.
Ella le coge y repite lo que sabe, y lentamente crece en su mano, no la pregunto qué ocurre en su vagina, dudo que haya humedad suficiente, pero está muy tensa y de nada sirve mi plan.
Y cuando cree que el pene está en su medida se mueve, ha comprendido mi plan, el daño se le hará ella y no tendrá el trauma de un tío encima y el dolor que le va a producir y ella sitúa al pene en la entrada, yo tengo mis manos en torno a su cintura, mueve la cintura, no las quiere y las retiro y es cuando ella se clava, se deja caer impulsándose con el cuerpo.
Entra mal y su humedad casi ni existe, se queja y le saca, repite la acción y es cuando la paro, la sujeto los brazos y le digo que está haciendo lo contrario, que me deje arreglar el error que ha cometido, ella ofrece resistencia pero le digo que necesita humedad vaginal de la que no dispone.
Obedece, deprisa humedezco la entrada, y con la lengua empujo saliva dentro de la vagina, siento el sabor de la sangre, no quería pensar si era mucha o poca, pero le duele ya que hace intención de juntar las rodillas.
Y ataco al clítoris, apenas le rozo, y ella encoge el estómago, su vientre se mueve, pudiera ser el inicio de la construcción del primer orgasmo, aunque no confío en ello, continúo pero ofrece resistencia, no quiere mi boca en ese lugar, me incorporo deprisa y la penetro despacio, muy despacio, ella eleva la pelvis con un gemido, no, ese gemido es de dolor no de placer, pero sigo hacia adentro, llego al final y me detengo, en la boca he sentido el sabor de su sangre, nos hemos hermanado con sexo frío.
Situó mi cabeza frente a la suya. Ella no parece evitarlo como antes y la pregunto. Me dice que mejor que antes, mi saliva ha servido, gira la cabeza, llora en silencio, me apunto el error, y busco donde he fallado, no le encuentro y al oído se lo pregunto, ella responde que es ella, sus prisas, tenía mucho miedo y pregunta que voy hacer ahora, si la voy a llenar de semen, no quiere tener hijos.
Le respondo que no voy a terminar en su interior, tan solo asegurar que el himen está roto y me muevo sin ganas, ella permanece inmóvil, se mueve debido a mi embestida suave y lenta, y llevo mis dedos al clítoris, espero su mano pero no llega, y lentamente responde.
Sus piernas se cierran detrás de las mías, y sigue el ritmo, de nuevo eleva la pelvis y empuja, y vamos cogiendo cierta armonía y tras treinta y dos embestidas me detengo, de nuevo al oído, ya que tiene la cabeza de lado, la pregunto si termino.
Ella vuelve la cabeza, rozo sus labios, no se aparta, sigue llorando y le pregunto por qué, responde que se ha equivocado desde el principio y le duele ver mi reacción, otro en mi lugar la deja en ese estado y se marcha.
Le dije que íbamos a arreglar todo, y para eso la tarde era joven. De vez en cuando rozaba sus labios, y ella no se apartó en ningún momento, y me pregunta a que sabe su sangre, le dije es de clase sensual, y que he probado la sangre vaginal de todas mis mujeres, y que ella ya forma parte de ellas, que es otra de mis mujeres.
Me abraza, primero de forma rara y luego aprieta el abrazo y al oído intenta disculparse, que la perdone, pero silencio su boca con mi mano, le digo que el miedo nos hace hacer cosas que nos perjudican, pero no todo está perdido.
Y la ofrezco salir a cenar, ir a jugar a los bolos o de tiendas en una calle de confección nocturna y luego repetir jugada, pero esta vez dejándome la iniciativa, quería probar el sabor que tiene su fluido vaginal, pretendo que eyacule, ese fluido es más deslizante y que el orgasmo que lo produce le hace subir de nivel, el siguiente orgasmo será diferente y mucho mejor.
Como respuesta aprieta el abrazo y al oído me dice que no, prefiere estar así, sentirme cerca y que le dé tiempo, y que por favor que no rompa el abrazo, le gusta sentirme dentro y que todo está cambiando
la parte interna de tus muslos con mis rodillas dobladas, yo estaría adoptando la postura previa a la penetración, aunque ese momento estaba aún muy lejos, yo preciso de señales que me lleguen, ciertos movimientos del cuerpo de la mujer parecido al primero, ese asentamiento boca arriba, esperando y consintiendo la penetración.
– Te dije que era suficiente ¿Qué pretendes?
– Construir el mapa de tu cuerpo, y lentamente conquistarle. Un ejemplo es los hombros, en su parte posterior que se une a la espalda, y rozar con la barbilla ese lugar, la incipiente barba de un día, te hará aferrarte a la sábana, arañar ese ese lugar.
Y como réplica echarás la cabeza hacia atrás y empezarás a edificar el primer orgasmo, yo procuraré que tardes un poquito más, para que se mantenga, y que suba de nivel, tu respuesta será que tu cuerpo se remueva de tu postura y tu mente exija más… Ya que la subida de nivel hace que el goce sea diferente.
– Jodido explorador, me estoy mojando, no necesitas rozarme ya que con tus palabras y tono es suficiente. Háblame del primer contacto interior, cuando me la metes.
– Vas deprisa, espera, no has hecho nada en tu favor, no se trata de ponerte, no, se trata de conocimientos. Mis dedos rozarán tu erección, el clítoris abultará más y serás consciente debido al diferente placer que sentirás.
Recogeré la humedad que sale de tu vagina y le utilizaré para humedecer el clítoris, te será más llevadero aguantar el gusto ya que crecerá de la misma forma que el clítoris.
Cogeré tu mano y la llevaré a ese lugar, tus dedos se humedecerán y le llevarás al penetrador, es el momento que empieces a excitarme…
– Para, por favor. Quiero que me penetres ya, ahora mismo.
Sonreí en la oscuridad, mis colmillos estaban afilados y babeaba sin poder evitarlo.
– Primero, antes de entrar mido la humedad vaginal y lo más importante, el anillo vaginal, esa puerta que será dilatada a la medida del glande, y nada más pasarle detendré la penetración, tú habrás abierto la boca acompañándole de un suspiro, te moverás, reptarás buscando que entre más.
Haré una nueva pausa, pienso que al ser una desconocida te debo dar tiempo a lo saborees, y tu pensamiento será cuando llegué a dentro del todo, tu no lo sabes, pero separarás más las piernas, será una señal de sumisión, pero hay otro detalle que ignoras, y es que no ocurrirá solo eso, no, por otro lado estará la llegada del primer orgasmo y para eso están los dedos de la mano izquierda.
– Ya. ¡Por favor, ya!, prueba superada.
– ¿No quieres saber que sentirás cuando asumas la penetración, del todo?
– No te entiendo, pienso será como siempre. No os distinguís mucho en ese sentido.
– Olvidas que estás con un desconocido, y sin querer tu instinto comparará con tu base, con lo que en esos instantes estarás sintiendo en tu vagina y cerebro, y tu respiración se acelerará debido a la apetencia de sexo, ya que es posible que algo desconocido se despierte o encuentres en tu interior.