Asignatura pendiente en la Universidad (5 Capit)

Había sido un día muy movido, esta mañana había vivido algo inolvidable en mi propia casa: liarme con mi madre (1ªparte). Liarme, follar, para qué eufemismos baratos que no van a ningún lado, una metida con todas las de la ley. Y lo bueno es que yo no lo provoqué, yo solo venía un día más a este lugar de estudio y reflexión, de futuro e indecisión. De incertidumbre y de teoremas. De Heisenberg y de su puta madre, su indeterminación. Premio Nobel de Física allá por  1932: «es imposible medir la distancia entre dos puntos, porque mientras lo mides ya se están moviendo, y nunca jamás podrás saber la distancia que hay entre ellos». Es el jodido principio de la incertidumbre, de la duda eterna y existencial, ante la duda la más peluda o tetuda. Y ahora mi duda, es, ¿por qué la he metido por donde salí?.

Ahora estaba con mi compañera y fiel amiga Lourdes, a su lado, en uno de esos pupitres empinados como mi polla hace un rato y casi en la última fila; escuchando la aburrida y tediosa clase de Aritmética.

-¿Cuánto queda?
-No lo sé, una media hora supongo- me contestó Lourdes sin dejar de mirar la pizarra.

-Joder, media hora- dije en voz baja. El tiempo es relativo, una hora pasándolo bien pasa volando, y media hora jodido, puede ser eterna.

Algunos profesores utilizaban transparencias que llaman ellos, es decir, proyecciones con fórmulas que no las entiende ni el que las ha inventado, y otros como éste, todavía seguían escribiendo a mano, en la pizarra. El lejano ruido de la tiza retumbaba en la amplia e inerte clase universitaria medio vacía, de paredes frías y aspecto hostil. El único calor era el que desprendía Lourdes a mi lado, y mi polla aún latente por la mañana agitada.

-¿Has visto que letra tiene? En las «ies» pone un círculo, en vez de un punto- me decía y se reía, por su manera fina, amanerada de puntualizar y de escribir.

A Lourdes nunca le gustaron los tíos finitos de Córdoba, además de despotricarlos y criticarlos, rehusaba las buenas formas tangentes a la femeneidad; y en concreto, tíos como este profesor con circulitos en las íes no le hacían gracia. Se reía de lo modositos que eran.

-No sé, será que es de matemáticas, y en vez del punto, pone un círculo, por una cuestión simple de cambio de patrón geométrico.

Que asco daba escucharme. Ella me puso cara de decir, no sé quién es más tonto si el profe o tú. El caso es que tenía razón. A veces era un perfecto gilipollas, un mongólico repipi que me contagiaba de ese ambiente intelectual de tres al cuarto. «Intelectuales» tenían que quitar esta palabra de la RAE. Palabra repugnante. Me creía algo, cuando en realidad era nada. Es lo que te da la universidad, además de un título inservible, creerte algo, y hablar como un gilipollas.

La clase ya terminaba, yo aún tenía el regusto de esta mañana, las tetas de mi madre bien gordas, y calientes. Nunca antes las había visto de esa manera, tocarlas y encima verlas excitadas y encima de mí. La pregunta era por qué. Esa gran pregunta que Sócrates hacía a comerciantes y mercaderes de la época en el zoco y mercadillo, ¿por qué cojones me habré follado a mi madre?, me retumbaba una y otra vez la cabeza caprichosa y jodienda.

– ¿Me decías algo?- me dijo Lourdes auséntadose de las últimas explicaciones de clase y girando la cabeza en mi dirección.
-Yo?, no… no, nada
– Es que no sé, me había parecido oír algo muy extraño.

Se me vino el mundo encima, solo me faltaba esto, algo extraño, no creo que hubiera hablado en alto, pero ya se sabe de lo que está hecho el cerebro, esa máquina tan poderosa que hace y dice lo que le sale de los huevos. No creo haber hablado en alto. Si es así, la frase era muy íntima.

-No sé, es que has dicho algo así como, por qué me habré follado a mi madre.
-Yo?, no, no, no..lo habrás imaginado o no sé, el ruido de clase.
-Sí, el del tiza con la pizarra, venga Quique, que no soy tonta, o estas tetas te crees que son de niña, anda, dime, ¿a qué ha venido eso?- me dijo en serio.

Así que había hablado en alto. Lo que me faltaba. Después de ser un follamadreslamia, ahora soy un chivato involuntario. El jodido subconsciente me había traicionado.

¡Pero si lo había leído en mil ocasiones de la mano de Freud!, la verdad está en los sueños y en las imaginaciones, en la trastienda, y en la antesala, en el silencio de las palabras y en lo que no se dice. Y mi otro yo, esta vez, había hablado por mí, y me había delatado. Por qué.

-¿Eso?, ¿eso he dicho yo? -me volví a hacer el tonto.
-Sí, eso has dicho, y no una vez, dos veces lo has repetido.

A Lourdes no la podía engañar, atractiva, inteligente y con ese sexto sentido que solo la mujer tiene. Y no es un tópico barato. Ella podía estar escuchando al profesor y vigilarme como el guepardo analiza a una cebra.

-Tienes razón, no puedo decir que no, es cierto, habré dicho eso, porque ha sido así, esta mañana me he follado a mi madre-tuve que admitir, porque si tengo algo, es que nunca miento. La palabra es el reflejo de la mente y la prueba de la realidad. Escucha a alguien y sabrás como piensa.Y ella me había pillado de lleno, ahora no pararía. La conozco muy bien y ese descuido, no pasaría en balde ni en vano para ella. Fornicar en familia, el fornicio familiar no es algo banal ni superficial. Y ahora a ver cómo explicárselo.

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